|
Fecundación de un ser vivo mediante técnicas o apoyos artificiales, que superan o compensan los mecanismos instintivos del proceso reproductor.
Si en el mundo agropecuario no se trata más que de una técnica resultante del progreso y que pretende una rentabilidad mayor, en lo relativo al hombre se plantean problemas morales por la índole del acto fecundador o por la naturaleza de la sexualidad como facultad trascendente de la naturaleza humana.
En general, la moral cristiana está conforme con cualquier ayuda inteligente que se preste a cualquiera acción natural del hombre que vaya en favor de la vida, en dirección a su protección, fomento y elevación de su calidad orgánica o convivencial. Y está disconforme con cualquier manipulación o alteración que impida su desarrollo natural o que valore los principios vitales del ser humano con los mismos criterios que los de cualquier animal no racional.
En consecuencia, si la inseminación, o cualquier técnica de reproducción asistida, supone una ayuda de la inteligencia a la dinámica biológica de los cónyuges, como en los demás campos biomédicos la moral cristiana apoya, o puede apoyar, los progresos biomédicos que complementan la acción sexual de los progenitores que tienen razones suficientes para emplear artificios que compensen déficits orgánicos anatómicos o funcionales.
Si la reproducción asistida emplea otros procedimientos no directamente compensatorios, sino sustitutorios, de la naturaleza (uso de otras células seminales diferentes de las naturales de los progenitores, implantación múltiple para destruir los que no interesen una vez conseguida una inicial anidación de uno, como si se tratara de cualquier desecho biológicos, estimulación sexual ajena a la del cónyuge, etc.), la moral cristiana difícilmente puede entender que sea la inteligencia biomédica la que simplemente complementa las limitaciones naturales de los reproductores y en consecuencia rechaza la moralidad de tales procedimientos.
|
|
|
|
|